A diario, los abogados se dedican a resolver conflictos, estructurar negocios, redactar contratos y a cubrir muchos otros frentes fundamentales en las relaciones personales y profesionales de la vida cotidiana. Para el profesional en derecho, no basta con estar siempre actualizado, muy bien preparado o contar con las mejores habilidades que está profesión requiere; ya que siempre y sobre todas las cosas, deberá saber trabajar de manera asertiva de la mano con su cliente, para así brindarle una asesoría y un acompañamiento integral en cualquiera que sea el escenario. Es por lo anterior que, la relación entre el representado (cliente) y su representante (abogado) es extremadamente importante y ambas partes deberán comunicarse fluidamente, construir lazos de confianza, ser honestos y muy proactivos.
La comunicación es una de las primeras habilidades que debe desarrollar el abogado. El lenguaje que se implementa en la relación abogado- cliente, debe ir más allá de uno puramente jurídico o de una buena relatoría, ya que hay otros aspectos que juegan un papel esencial a la hora de tener buenos resultados. El primero a resaltar es, la escucha activa de parte del abogado, esto permite que este entienda la situación de su cliente y sea capaz de identificar de manera acertada cuales son los intereses que quiere este defender y así lograr diseñar un plan adecuado. Una estrategia para lograr lo anterior es, parafrasear aquello que el cliente está expresando, buscando así una respuesta que le afirme al abogado que está comprendiendo la situación y que le asegure al cliente que está siendo escuchado y entendido.
Todo cliente busca en el abogado un aliado estratégico en el cual pueda depositar su confianza. Hay dos pilares importantes que deben ser adoptados por parte del abogado para lograr potenciar la confianza de su cliente; el primero es la objetividad a la hora de reconocer la capacidad que este tiene para manejar el asunto por el cual el cliente necesita la asesoría profesional, es decir que, es mejor reconocer que el tema se sale de su área de especialidad a arriesgarse y no prestar el mejor servicio posible. El segundo es la honestidad, la cual está íntimamente ligada a la integralidad del profesional y es vital a la hora de hacer la valoración de las pretensiones de un cliente; se deben siempre evitar las falsas expectativas ya que esto generará insatisfacción una vez esté resuelto el asunto y los resultados no sean los que el cliente esperaba.
Por último, hay una serie de conductas que se esperan del cliente para asegurar el buen desarrollo de la relación profesional. Es importante entender que así el abogado desarrolle las mejores estrategias para el caso concreto y despliegue sus mejores habilidades para defender los intereses de su representado, si este oculta u omite datos, sucesos o información el resultado será la construcción de un plan débil que no atienda al verdadero problema a resolver. Es por esto por lo que, el cliente debe procurar prepararse para la reunión con el abogado, debe encargarse siempre de organizar lo que quiere comunicar para no caer en ambigüedades que resulten en acciones que no van dirigidas a defender sus intereses. Por otro lado, si el cliente no está satisfecho con algún aspecto relacionado al manejo de su caso, debe comunicárselo a tiempo al abogado, esto permitirá que se cambie de plan o de estrategia a tiempo y así evitar situaciones que puedan generar resultados perjudiciales tanto para sí mismo como para la práctica del profesional.
En conclusión, la suma de todas las características previamente abordadas resultará en una relación efectiva y adecuada entre el cliente y su abogado. La aplicación de la comunicación asertiva, la confianza, la honestidad, objetividad y la proactividad siempre será la mejor estrategia en una buena gestión por parte del abogado y resultará en la tranquilidad y seguridad del cliente de que sus intereses serán defendidos de la mejor manera.
